Ingenuidad Mexicana, Viveza Extranjera.
Muchas veces los mexicanos nos auto-denigramos creyendo que las gentes de otros países de “primer
mundo” son superiores, no sólo en el plano económico, sino en el moral.
La realidad es que lo son en el plano económico (y eso con
sus asegunes, ya que muchos países están endeudados varias veces su PIB para
mantener su tren de vida). En el plano moral no son diferentes a nosotros y a
veces son peores.
El siguiente relato no es para generalizar sino para
compartir experiencias que he conocido a través de consultoría, como en este
caso de manera directa.
Una clienta canadiense nos contactó a través de Bancomext
para que le fabricáramos las muestras de su nuevo catálogo de muebles. Nos mandó
planos muy detallados. Negociamos que nos diera el 50% de anticipo. Le indiqué
que estarían listos en 30 días, acordamos que podía ir a verlos sin que
estuviera presente.
Estaba de viaje y la señora pasó a ver sus muestras ya
terminadas. Al día siguiente regresé a
la fábrica y me acerqué a José mi jefe de taller para preguntarle cómo iba
todo. Me llevó a ver las piezas, había un “cerro” de ellas. Le pregunté a José por qué tantas y me dijo señalando un lote que
esas eran las muestras de acuerdo a los planos. Las piezas estaban al milímetro.
Entonces José me dijo que la señora quiso hacer modificaciones y cambios de
proporciones y continuó haciéndolos hasta juntar muchas más piezas.
Me acerqué a la señora y después de saludarla (todo en
inglés) le pregunté con curiosidad por qué había hecho tantas piezas. Me
contestó enfadada –“¡Es que estos indios no saben trabajar!”-
Le dije a la señora que me acompañara por favor a la
oficina. Le comenté que había ofendido a
mi gente, que son como si fueran de mi familia y también a mi país. Que no
podíamos trabajar con ella. Entonces reaccionó de varias maneras, desde molesta
hasta el extremo de ser suplicante y decirme que tenía mucho dinero que si le
fabricaba su producción se podían vender muy bien las piezas y me iría muy
bien. Le comenté calmadamente pero con firmeza que no había dinero que me
comprara. Hicimos la cuenta, me pagó el saldo y se llevó sus piezas.
Pasaron dos meses y en la siguiente expo mueblera me
encontré con una amiga que trabaja en una empresa de transportes. Mi amiga me
preguntó si había sabido del caso de una señora canadiense que andaba
cometiendo fraudes a productores de muebles. Era la misma persona. Mi amiga me
comentó que la señora no le había pagado a la empresa transportista el flete a
Canadá.
En México no somos santos y hay gente que comete fraudes.
Sin embargo tuve la curiosidad de hablar al centro jurídico de Bancomext para
averiguar cómo andan las demandas de mexicanos hacia extranjeros y extranjeros
hacia mexicanos. El gerente de la ciudad de México me comentó que los
extranjeros fraudulean en una proporción de 3:1 a los mexicanos. Ese era el
marcador estadístico. Por cada mexicano que se pasa de vivo hay tres
extranjeros que lo hacen. Ese marcador
tiene un gran componente de ingenuidad que todavía conservamos en buena parte
en México. Creemos que son “mejores personas” (por algo son de “países
civilizados”) y que no les pasa por la mente cometer actos indebidos.
El punto que quiero transmitir es que jamás te sientas que
vales menos, tu, tus colaboradores, tu país, con respecto a gente de ningún
nivel social, de ningún país, por “civilizado” y “buena fama” que pueda tener.
Si alguien rebasa el límite de la dignidad en su trato hacia nosotros, es mejor
cortar por lo sano y no pecar de ingenuidad. Hay señales a las cuales hay que prestar
atención.
Derechos Reservados 2017, Ing. Gerardo Herrero Morales
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