Es raro que se pueden tener las
dos cosas al mismo tiempo. Hay muchas ocasiones en las que podemos caer en este
dilema, que aplica también en relaciones humanas. Vamos a ver este ejemplo.
Hace algunos años quise tomar con
mi esposa un paquete a Sudamérica que cubriera Uruguay, Argentina y Brasil. La
primera parte del viaje era Uruguay. Mi esposa compró un abrigo en Montevideo
con el cual quedó muy satisfecha. Después tomamos un ferry que nos llevó a
Buenos Aires, Argentina.
El guía turístico argentino que
nos recibió nos preguntó que como nos había ido en Uruguay. Le dijimos que
bien, que había estado interesante, y de paso salió el comentario del abrigo de
mí esposa. Entonces, (él iba manejando) se voltea a vernos al asiento de atrás
y me dice: en estos términos: “pues para tu desgracia, aquí, en Buenos Aires,
lo hubieran encontrado de mejor calidad y a un menor precio”. Entonces le dije “tienes
la razón, es muy probable que en Buenos Aires encontráramos algo mejor y más
barato, pero para tu desgracia te vas a quedar sin propina”.
Hay casos donde es imperioso
corregir a alguien, incluso a un cliente. Sin embargo, hacerlo de manera
directa no nos lleva a nada. Hay que ser sutiles al hacerlo y con mucho tacto. Y querer tener la razón, incluso en temas triviales
como el abrigo, crea animadversión innecesaria.
Por cierto, en Buenos Aires, no
había ningún abrigo ni siquiera parecido al de Montevideo.
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Ing. Gerardo
Herrero Morales
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