martes, 28 de febrero de 2017

Diferencia Entre una “Buena Decisión” y un “Buen Resultado”.


Diferencia Entre una “Buena Decisión” y un “Buen Resultado”.


Vale la pena detenernos a distinguir los conceptos. La mayoría de ejecutivos confunde los términos creyendo que son lo mismo, cuando no lo son. Un ejemplo nos puede a ayudar a entenderlos.

Supongamos que un millonario quiere jugar una apuesta contigo. Tienen un dado no-cargado, que se va a tirar una sola vez. Si cae cualquier número: 1, 2, 3, 4, 5 tu ganas $10,000 pesos. Pero si cae el 6 le pagas al millonario $20,000 pesos. Tú sí tienes los $20,000 pesos. ¿Jugarías la apuesta?

Si dijiste que sí tomaste una “buena decisión”. La razón es que tienes las probabilidades altamente a tu favor: 5/6 o un 83%. Y sólo 1/6 en contra, un 17% de riesgo. (Fíjate que el millonario tiene 17% de probabilidades de éxito y un 83% de riesgo).

Entonces un factor para saber si fue una “buena decisión” es que las probabilidades de éxito superen con mucho a las probabilidades de fracaso (llamado riesgo).  Aun cuando haya caído el 6 ("mal resultado") fue una "buena decisión".

Ahora supongamos que el juego cambia. Tú ganas $100,000 pesos si cae el 1, 2, 3, 4, 5 y pagas $200,000 pesos si cae el 6. Tú si tienes los $100,000. Entonces, independientemente del número que caiga, tomaste una “buena decisión” aun cuando pudiste haber perdido los $200,000, ya que las probabilidades no cambiaron.

Por último, supongamos que ahora el juego es que ganas $1,000, 000 de pesos si cae 1, 2, 3, 4, 5 y pagas $2,000,000 si cae el 6. Si no tienes los $2,000,000 de pesos y jugaste el juego tomaste una “mala decisión”, aun cuando haya salido cualquiera de los 5 números ganadores y hubiera sido un “buen resultado”. Te podrás preguntar por qué si las probabilidades no cambiaron en lo absoluto. Porque arriesgaste tu patrimonio o el de tu empresa. Porque no tenías la cantidad para pagar si caía el 6. Lo cual nos lleva al segundo factor en toma de decisiones: si el resultado cae dentro de la zona de riesgo y no tienes modo alguno de salir de la pérdida.

Entonces, para concluir, una buena decisión toma en cuenta dos factores principales. 1ero. Que tengas las probabilidades a favor. 2do. Que puedas “vivir” si cae el resultado no deseado.

Si tú evalúas a tus ejecutivos “por resultados” es un error. Ya que el riesgo se puede tratar de minimizar, pero jamás se podrá eliminar del todo. Ni tú ni tus ejecutivos ni nadie puede eliminar el riesgo. Debemos entonces evaluar a la gente por haber ponderado los 2 factores mencionados arriba y tomando en cuenta el contexto en que se pidió al ejecutivo que tomara la decisión. Independientemente si el “resultado fue bueno o malo”. 
Independientemente de en qué número cayó el dado.

Derechos reservados 2017, Ing. Gerardo Herrero Morales

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martes, 21 de febrero de 2017

Compartir a Fuerzas. Una Lección Para Nuestros Hijos.


Compartir a Fuerzas. Una Lección Para Nuestros Hijos.

Hace años asistí a un curso para educar a nuestros hijos impartido por un psicólogo de niños con más de 20 años de experiencia.  En un momento dado se discutía el valor de compartir. Una mamá expuso que se sintió avergonzada delante de las otras mamás en el cumpleaños de su hija pequeña; todo porque la niña no quería compartir sus regalos y juguetes con otros niños invitados a la fiesta. La mamá le preguntó al psicólogo qué debería de haber hecho. El psicólogo le contestó que debió de haber forzado a la niña para que prestara sus juguetes, y en caso de que no hubiera querido, entonces la mamá debió haber agarrado los juguetes y prestárselos a los niños. ¿Estás de acuerdo?

Cuando escuché eso le pregunté al psicólogo si me podía prestar su camioneta, que se la regresaba en unas horas, y al verlo confundido le dije: “Bueno, después de todo te encantan compartir tus juguetes, en este caso de niño grande, ¿no?” Al decirme que no me prestaría su camioneta le dije, “Cuando no somos congruentes entre nuestro decir y hacer, invalidamos nuestras recomendaciones”.

El compartir está muy bien, pero es decisión del dueño del artículo, y una vez que regalamos algo a nuestros niños, otorgamos el derecho y la libertad de decidir qué quieren hacer. Forzarlos, y más delante de extraños, sólo hace que destruyamos su autoestima, mandándoles un fuerte mensaje subliminal que los demás son más importantes que ellos.
Es también un asunto vital el considerar el respeto a la propiedad ajena. Los países que la siguen han logrado salir adelante y eso se enseña desde la familia.

Los niños solos toman la iniciativa de prestar sus juguetes, regalarlos o intercambiarlos por otros. Es muy divertido convivir con amiguitos, pero primero deben de tener la experiencia de poseer algo propio. Primero tienen que tener la sensación de poseer, de ser dueño de algo, antes de cederlo de manera voluntaria. Si damos o prestamos algo de manera forzada, ¿qué valor tiene nuestro regalo o préstamo? Y si como padre les quieres enseñar a donar, prestar o intercambiar, lo cual es magnífico, hazlo con el ejemplo  y con tus juguetes de adulto. No lo pregones.

Por lo tanto, mi respuesta sería que no estaría de acuerdo con el psicólogo y creo que la de Stephen Covey, el autor de “Los 7 hábitos de la gente eficiente”, sería la misma, porque en su libro comenta que el actuó con la idea de forzar a su hija a compartir y lo único que logró fue sentirse terrible y un fuerte resentimiento de su hija.

Ahora bien el psicólogo podría haber sugerido que la mamá usara “psicología inversa”, es decir, que ella dijera a la niña, “muy bien, está perfecto que juegues con tus juguetes y no los prestes, puesto que son únicamente tuyos”. Entonces haber invitado a los niños a jugar entre ellos, quitándole con ello la presión social a la niña. Pasado el tiempo, la niña se habría aburrido de jugar sola y en el deseo de ser acompañada, ella misma hubiera tomado la iniciativa de querer buscar amiguitos y ofrecerles jugar con ellos prestándoles sus juguetes.

El psicólogo, es un reflejo del sistema educativo, en donde no vale mucho el individuo, es un “sistema de masas”, se condiciona al individuo, tiene que pedir permiso hasta para ir al baño a hacer sus necesidades, es forzado a cumplir con las “normas sociales” y no es tomado en cuenta.

No estamos aquí hablando de “egoísmo”. Si te fijas cuando subes a un avión, te indican que en caso de problemas primero te pongas tu mascarilla de oxígeno, y que luego ayudes a los que puedas. Es lo mismo en la vida. Tienes que cubrir tus necesidades sin afectar a terceros y eso no es egoísmo sino una situación normal. Si no ves por ti, es probable que nadie lo haga. Esa lección es importante que la tengan tus hijos. Puedes y debes educarlo -siempre con el ejemplo- que sea generoso, pero primero que sepa defender sus legítimos intereses y de manera asertiva.

Derechos Reservados 2017, Ing. Gerardo Herrero Morales





martes, 14 de febrero de 2017

Ingenuidad Mexicana, Viveza Extranjera.


Ingenuidad Mexicana, Viveza Extranjera.

Muchas veces los mexicanos nos auto-denigramos  creyendo que las gentes de otros países de “primer mundo” son superiores, no sólo en el plano económico, sino en el moral.
La realidad es que lo son en el plano económico (y eso con sus asegunes, ya que muchos países están endeudados varias veces su PIB para mantener su tren de vida). En el plano moral no son diferentes a nosotros y a veces son peores.

El siguiente relato no es para generalizar sino para compartir experiencias que he conocido a través de consultoría, como en este caso de manera directa.

Una clienta canadiense nos contactó a través de Bancomext para que le fabricáramos las muestras de su nuevo catálogo de muebles. Nos mandó planos muy detallados. Negociamos que nos diera el 50% de anticipo. Le indiqué que estarían listos en 30 días, acordamos que podía ir a verlos sin que estuviera presente.

Estaba de viaje y la señora pasó a ver sus muestras ya terminadas.  Al día siguiente regresé a la fábrica y me acerqué a José mi jefe de taller para preguntarle cómo iba todo. Me llevó a ver las piezas, había un “cerro” de ellas. Le pregunté a José  por qué tantas y me dijo señalando un lote que esas eran las muestras de acuerdo a los planos. Las piezas estaban al milímetro. Entonces José me dijo que la señora quiso hacer modificaciones y cambios de proporciones y continuó haciéndolos hasta juntar muchas más piezas.

Me acerqué a la señora y después de saludarla (todo en inglés) le pregunté con curiosidad por qué había hecho tantas piezas. Me contestó enfadada –“¡Es que estos indios no saben trabajar!”-

Le dije a la señora que me acompañara por favor a la oficina.  Le comenté que había ofendido a mi gente, que son como si fueran de mi familia y también a mi país. Que no podíamos trabajar con ella. Entonces reaccionó de varias maneras, desde molesta hasta el extremo de ser suplicante y decirme que tenía mucho dinero que si le fabricaba su producción se podían vender muy bien las piezas y me iría muy bien. Le comenté calmadamente pero con firmeza que no había dinero que me comprara. Hicimos la cuenta, me pagó el saldo y se llevó sus piezas.

Pasaron dos meses y en la siguiente expo mueblera me encontré con una amiga que trabaja en una empresa de transportes. Mi amiga me preguntó si había sabido del caso de una señora canadiense que andaba cometiendo fraudes a productores de muebles. Era la misma persona. Mi amiga me comentó que la señora no le había pagado a la empresa transportista el flete a Canadá.

En México no somos santos y hay gente que comete fraudes. Sin embargo tuve la curiosidad de hablar al centro jurídico de Bancomext para averiguar cómo andan las demandas de mexicanos hacia extranjeros y extranjeros hacia mexicanos. El gerente de la ciudad de México me comentó que los extranjeros fraudulean en una proporción de 3:1 a los mexicanos. Ese era el marcador estadístico. Por cada mexicano que se pasa de vivo hay tres extranjeros que lo hacen.  Ese marcador tiene un gran componente de ingenuidad que todavía conservamos en buena parte en México. Creemos que son “mejores personas” (por algo son de “países civilizados”) y que no les pasa por la mente cometer actos indebidos.

El punto que quiero transmitir es que jamás te sientas que vales menos, tu, tus colaboradores, tu país, con respecto a gente de ningún nivel social, de ningún país, por “civilizado” y “buena fama” que pueda tener. Si alguien rebasa el límite de la dignidad en su trato hacia nosotros, es mejor cortar por lo sano y no pecar de ingenuidad.  Hay señales a las cuales hay que prestar atención.

Derechos Reservados 2017, Ing. Gerardo Herrero Morales



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martes, 7 de febrero de 2017

La Razón Real del Por Qué No Funciona la Capacitación en las Empresas


La Razón Real del Por Qué No Funciona la Capacitación en las Empresas

Trabajé durante 5 años en una empresa líder de tecnología a nivel mundial. En aquellos tiempos la empresa tenía presupuesto para contratar los mejores cursos del mundo, traídos de Estados Unidos, Alemania, o donde fuera. Los instructores extranjeros se llevaban no menos de 30 mil dólares por impartir 24 horas de capacitación a 20 personas. Esos cursos eran magníficos. Y pasada la euforia de haberlos tomado, los compañeros nos preguntábamos ¿por qué nunca se implementaron?

La verdadera capacitación no termina sino hasta que se implementan los cursos. Si no se implementan, y todo queda en “cultura general” ¿para qué hacer el gasto? Nos quedaba la sensación de los cursos era una especie de “prestación” contemplada dentro de nuestros planes de beneficios, o días de asueto. Jamás había un seguimiento a lo que habíamos aprendido, mucho menos un cálculo de retorno de la inversión.

Habiendo trabajado por más de 25 años como capacitador me he dado cuenta que eso no es la excepción, sino la norma en la gran mayoría de empresas que contratan capacitación. Entonces, ¿a qué se debe que no se implemente?

Al director general.

Así como fallan los programas de calidad total o mejora continua si el director general no está convencido en hacer las transformaciones en su empresa, así la capacitación falla si el mismo director no toma primero el curso y da las instrucciones para el seguimiento e implementación de los cursos.

Aunque es raro encontrar a los directores generales tomando un curso, cuando lo hacen los colaboradores toman una actitud mucho mejor hacia la capacitación. Faltan poco o no faltan, toman notas, se involucran. Y el director general tiene un lenguaje común con los asistentes con el que puede pedir que se lleven a efecto todas las áreas de oportunidad que descubre el curso.

Habrá veces que el director no pueda asistir. Entonces debe pedir que varios participantes que lo tomaron que le hagan una exposición de lo que aprendieron para que se comparta el conocimiento internamente. Debe indicarse fechas de implementación y responsables como con cualquier otro objetivo empresarial.

Si el director puede asistir, indica humildemente con su liderazgo que él debe ser el primero en ser capacitado. Las decisiones  que toma afecta geométricamente a la organización. El perfil de un director incluye conocer bastante de todas las áreas. La capacitación acelerada le ayuda a cerrar todos los huecos que él pueda tener: fiscales, comerciales, mercadológicos, humanos, productivos o de cualquier índole.

Un director totalmente convencido de la capacitación participará incluso en el diseño del curso a la medida de la empresa. Tomará cuidado que los participantes tengan una hora de práctica cada semana o cada quince días para reforzar internamente entre ellos lo aprendido, por ejemplo en un curso de ventas. El director pedirá que los cambios se lleven al manual de operaciones. Creará una videoteca de los diferentes temas que los colaboradores tengan a la mano y para que los nuevos compañeros puedan ver para reducir su curva de aprendizaje.


Tendremos un evento este mes para abordar éste y más temas de cómo Hacer que la Capacitación Valga la Inversión, mayores informes gerencia@ccestrategica.com (33)1380-0578 y 79
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