Guarda Tus Cañones en Bali
Una
clase de negociación en la isla espiritual.
Después
de un largo viaje de un día entero desde Seúl, llegamos a Bali en la madrugada
del lunes 15 de abril de 2019. Mi esposa estaba con algo de gripe porque en
Seúl la temperatura llegó a estar a -3 grados centígrados y decidió quedarse a
dormir en el hotel. Por mi parte después de desayunar decidí irme a la playa
que estaba a una cuadra.
Nuestro
hotel está en Sanur, en la costa este y al llegar a la playa que tiene una
hermosa vista, me metí inmediatamente, pero para mi sorpresa se pueden caminar
muchos metros y el agua no llega ni a la cintura y tiene muchas algas.
Aun
así, después de un chapuzón decidí tomar el sol en la arena, ya que el día
estaba precioso a 30 grados centígrados. Al rato se me acercó una señora balinesa
de algunos 60 años y empezó a conversar conmigo. Tenía un trato exquisito, y
para mi sorpresa hablaba bastante bien el inglés. Se hacía llamar Mamá Moon,
era de religión hinduista.
En
algo más de una hora me explicó cómo era la vida para ella, como vivía en una
vecindad hinduista en el centro de la isla, cómo son las costumbres de su
religión y un sinfín de cosas interesantes de la isla.
Pasado
un tiempo y ya con más confianza me ofreció mercancía muy sencilla y económica
que vende desde hace muchos años recorriendo a pie la kilométrica playa. Me
gustaron varias cosas, algunas pulseras para mis hijas, unos imanes para el
refrigerador, y algo más por ahí. Antes de que pudiera decir algo, súbitamente
comentó:
Mamá
Moon: “Puedo hacerle un descuento”
Yo:
“No necesito un descuento. Dígame por favor cuánto es”
Así
que le pagué los regalitos y me los entregó en una bolsa.
Se
me quedó viendo con ojos grandes, totalmente asombrada y dijo:
Mamá
Moon: “Trato con turistas de Rusia, China, de todo el mundo, muchos me dicen
que me vaya. Los pocos que me dejan acercar y les ofrezco mi mercancía me
regatean mucho. Es la primera vez en mi vida que nadie me regatea.
Yo:
“Su precio es correcto y muy accesible. A mí no me hace falta ahorrarme un par
de dólares, además me ha dado una agradable clase de cultura balinesa.
El
día siguiente mi esposa se animó a salir a la playa. Y de igual manera Mamá
Moon amablemente se acercó a platicar con nosotros. Esta vez, me fui a
chapotear, que-no-a-nadar y mi esposa se quedó conversando por 2 horas con Mamá
Moon. Hicieron gran empatía entre ellas como si se conocieran desde siempre y
no se hubieran visto en años. Mi esposa le compró aún más regalitos y sin
regatear.
Lo
que nos contó Mamá Moon bien valdría un artículo aparte. Pero antes de contar
la moraleja del relato, quiero decir que Bali es un lugar precioso, el verde
más intenso de sus campos de arroz, gente increíblemente dulce y espiritual.
Pero
la moraleja para mí es ésta: guarda tus cañones en Bali y en cualquier lugar
donde la gente te cobra lo justo por su trabajo. Las negociaciones tensas de
cientos, miles de dólares, con el estrés que conllevan, guárdalas para
defenderte de otros ejecutivos shark de tu país o de otro país. A la gente
humilde déjala ganar alguna vez en tu vida.