lunes, 28 de septiembre de 2020


 

Guarda Tus Cañones en Bali

Una clase de negociación en la isla espiritual.

Después de un largo viaje de un día entero desde Seúl, llegamos a Bali en la madrugada del lunes 15 de abril de 2019. Mi esposa estaba con algo de gripe porque en Seúl la temperatura llegó a estar a -3 grados centígrados y decidió quedarse a dormir en el hotel. Por mi parte después de desayunar decidí irme a la playa que estaba a una cuadra.

Nuestro hotel está en Sanur, en la costa este y al llegar a la playa que tiene una hermosa vista, me metí inmediatamente, pero para mi sorpresa se pueden caminar muchos metros y el agua no llega ni a la cintura y tiene muchas algas.

Aun así, después de un chapuzón decidí tomar el sol en la arena, ya que el día estaba precioso a 30 grados centígrados. Al rato se me acercó una señora balinesa de algunos 60 años y empezó a conversar conmigo. Tenía un trato exquisito, y para mi sorpresa hablaba bastante bien el inglés. Se hacía llamar Mamá Moon, era de religión hinduista.

En algo más de una hora me explicó cómo era la vida para ella, como vivía en una vecindad hinduista en el centro de la isla, cómo son las costumbres de su religión y un sinfín de cosas interesantes de la isla.

Pasado un tiempo y ya con más confianza me ofreció mercancía muy sencilla y económica que vende desde hace muchos años recorriendo a pie la kilométrica playa. Me gustaron varias cosas, algunas pulseras para mis hijas, unos imanes para el refrigerador, y algo más por ahí. Antes de que pudiera decir algo, súbitamente comentó:

Mamá Moon: “Puedo hacerle un descuento”

Yo: “No necesito un descuento. Dígame por favor cuánto es”

Así que le pagué los regalitos y me los entregó en una bolsa.

Se me quedó viendo con ojos grandes, totalmente asombrada y dijo:

Mamá Moon: “Trato con turistas de Rusia, China, de todo el mundo, muchos me dicen que me vaya. Los pocos que me dejan acercar y les ofrezco mi mercancía me regatean mucho. Es la primera vez en mi vida que nadie me regatea.

Yo: “Su precio es correcto y muy accesible. A mí no me hace falta ahorrarme un par de dólares, además me ha dado una agradable clase de cultura balinesa.

El día siguiente mi esposa se animó a salir a la playa. Y de igual manera Mamá Moon amablemente se acercó a platicar con nosotros. Esta vez, me fui a chapotear, que-no-a-nadar y mi esposa se quedó conversando por 2 horas con Mamá Moon. Hicieron gran empatía entre ellas como si se conocieran desde siempre y no se hubieran visto en años. Mi esposa le compró aún más regalitos y sin regatear.

Lo que nos contó Mamá Moon bien valdría un artículo aparte. Pero antes de contar la moraleja del relato, quiero decir que Bali es un lugar precioso, el verde más intenso de sus campos de arroz, gente increíblemente dulce y espiritual.

Pero la moraleja para mí es ésta: guarda tus cañones en Bali y en cualquier lugar donde la gente te cobra lo justo por su trabajo. Las negociaciones tensas de cientos, miles de dólares, con el estrés que conllevan, guárdalas para defenderte de otros ejecutivos shark de tu país o de otro país. A la gente humilde déjala ganar alguna vez en tu vida.