martes, 9 de agosto de 2016


RECLUTAMIENTO: Las Empresas son de Marte, las Universidades son de Venus.

Todos hemos pasado el llamado “shock de primer año”, cuando salimos de la universidad  recién graduados y entramos a una empresa. Es un sentimiento de indefensión, muchas veces de angustia, de no comprender qué es lo que pasa al entrar a una empresa, si se supone que la universidad dice que nos “comeríamos el mundo” y que nos ha preparado para tal evento. No nos hemos puesto a pensar el por qué, en vez de tener una transición natural y suave, sufrimos enormemente para hacer ajustes y adaptarnos al nuevo entorno. Es que en realidad, estamos hablando de dos sistemas, dos planetas muy diferentes. Sin querer agotar ejemplos, veamos el por qué:

1)    En la universidad te premian con “mención honorífica” si te sacas, digamos 95/100 en promedio. El pase de aceptación, llamado “panzazo” es de 70/100. En las empresas se trabaja con 100/100 en muchos casos. Por ejemplo, en la industria de la aviación. No se pueden tener 30 accidentes de cada 100 vuelos y decir que es aceptable. En otras industrias el pase es de 99.999999/100. Por ejemplo en la industria farmacéutica. No se pueden tener 5 medicinas defectuosas, que dañen la salud humana, en un lote de 100 que se fabrican y esperar que la sociedad nos de premios honoríficos. En las empresas, un humilde almacenista tiene que contar con exactitud al  99/100 sus registros de inventario entre lo físico y lo que dice el sistema, para estar en el panzazo. Una secretaria no se puede sacar 70/100, ni siquiera 95/100 en su ortografía sin ser despedida. Ella tiene que trabajar al 99/100 como “panzazo”.  El gerente de cobranza no puede tener 95/100 en la recuperación de la cartera con los clientes y esperar un premio, sino una llamada de atención o despido. Los parámetros con que se miden la mediocridad/excelencia son mucho más estrictos en el mundo real, en las empresas que en las universidades. Los paradigmas universitarios, de manera subliminal, llevan hacia la mediocridad.

2)    En las universidades no se administraban recursos. Ni maquinaria y equipo, recursos humanos, dinero. Se veían materias teóricas y quizá algunos laboratorios, pero no tuvimos que enfrentar proyectos con dinero real, o el tener subordinados o muchos jefes simultáneos. En las empresas se nos valúa ventas por semana, embarques por mes,  productividad por metro cuadrado, por operario, por menor desperdicio de materias primas. De ahí que exista la tensión natural de un egresado a un mundo donde la boleta de calificaciones no tiene ninguna relevancia desde el primer día de ingreso.

3)    En las universidades no nos enseñaron a tomar decisiones y ver los resultados inmediatos o a mediano plazo. En las empresas tenemos que tomarlas todos los días y ser evaluados por resultados de las mismas. En la universidad nuestra evaluación era un examen de conocimientos, en las empresas nuestra evaluación es por cumplimiento de objetivos y en donde los resultados buenos de hoy son malos el día de mañana.

4)    En la universidad, de alguna manera, nos encaminaba sutilmente a ser antisociales. Podíamos sacarnos 10, estudiar individualmente y desentendernos totalmente de cómo les fue al resto del grupo. En las empresas debemos socializar y ver por los resultados, no solo propios, sino del equipo de trabajo y de la empresa misma. Tenemos por fuerza que tener buenas relaciones con los compañeros de trabajo, clientes, proveedores internos y externos.

5)    En la universidad no importaba que no tuviéramos actitud de servicio; siempre y cuando entregáramos los trabajos y pasáramos los exámenes, todo estaría bien. Podíamos pasar aislados todo el semestre en un cubículo, o una biblioteca y ser exitosos en ese sistema. En la empresa se evalúan los modales, el estar presente todo el tiempo, el contar con disposición de ayuda a todo aquel que lo necesitara, nos lo pida o no, es decir, se castiga desde la suciedad del área de trabajo y la indiferencia hacia los compañeros.

6)    En la universidad no nos jugábamos la existencia misma. Había muchas oportunidades de fallar, hacer extraordinarios y seguir adelante. En las empresas raramente hay “extraordinarios”: una falla, en un embarque, en un error en la producción, una orden de compra con material erróneo, en una expo fallida, en una negociación mal llevada con un cliente, puede significar la quiebra.

7)    Las competencias requeridas en las empresas, liderazgo, toma de decisiones, negociación, inteligencia emocional, comunicación asertiva, aspectos fiscales, manejo de personal, el trabajar por resultados, no se enseñaron, ni siquiera se estudiaron, menos se pusieron en práctica.

8)    En una academia naval de alto rendimiento, los reclutas pasan, no sólo muchas horas estudiando y atendiendo a clases, sino innumerables horas practicando con armas su puntería, muchas horas en inmersión de submarinos reales, acumulando horas de vuelo piloteando aviones. La transición de un graduado naval al mundo real es suave. Está preparado en el ambiente, en los sistemas, académica, física, emocional y espiritualmente. En contrapartida, los graduados universitarios no han experimentado nunca la guerra comercial,  que tienen las empresas con sus competidores, que no está hecha a base de bombas, sino a campañas publicitarias. Las bajas se dan, tanto en las guerras militares como en las comerciales. Los graduados de repente no saben por qué a las salas de junta en las empresas se les denomina salas de guerra, y existe un sentido de urgencia perene, a veces algo neurótico en todos los niveles. Los graduados universitarios no fueron preparados en los sistemas de las empresas (ERPs, SAP, CRMs, MS Project son algunos).

Marte es el planeta de la guerra, y las empresas están inmersas en ese ambiente. Aunque a veces cuando entramos a alguna de ellas,  sintamos todo aparentemente armónico y tranquilo, la sensación de competencia diaria de crecer o morir es patente: en las juntas de trabajo con personal multidisciplinario y lleno de cicatrices por las “batallas”. Basta uno o dos meses malos en una empresa para que se respire en el aire.  A nivel mundial se estima que sólo 3 empresas de cada 100 que se abren hoy, no existirán 10 años después.

La presión de estado de guerra es algo que a los graduados universitarios no se les dio la oportunidad de experimentar, para que se sobrepusieran llegado el momento. Las universidades no se preocuparon siquiera por simular esas condiciones, y que la transición fuera suave. Los profesores universitarios raramente han salido de sus cubículos. En cambio, los profesores militares  son veteranos de guerras reales en todo tipo de condiciones, subiendo escalón por escalón desde soldados rasos, hasta profesores, que es el mayor honor de una academia militar.

Por estas razones –y otras más en las que podríamos abundar- las empresas sufren mucho en sus procesos de reclutamiento. Y pueden contratar a egresados con “mención honorífica”, pero totalmente antisociales, tímidos para la toma de decisiones, sin capacidad de liderazgo, cayendo en extremos de pasividad o agresividad (síntoma inequívoco de inseguridad), sin empuje para mover personas. Esto a pesar de que las universidades tuvieron durante 4 o 5 años a su disposición la mejor gente que una sociedad pudo mandar.

No esperemos que las universidades cambien, a pesar de que anuncian que sus egresados son líderes. No pueden serlo, al menos no como recién egresados, porque el sistema universitario –planeta- donde provienen, les enseñaron en un ambiente más bien pasivo, solamente a tomar notas, estudiar (lo que es bueno, pero insuficiente), pasar exámenes sobre esos estudios. No les enseñaron a ensuciarse las manos, a crear proyectos nuevos, a tomar riesgos medidos, a tomar decisiones, a administrar recursos reales.

Lo único que puede hacer la empresa es reclutar más por actitud, y reforzar sus sistemas internos de capacitación, definida ésta como la actividad “puente” entre dos planetas muy distintos. Que la empresa trate, si puede, con su propia capacitación y en tiempo récord (ya que no dispone del lujo de 4 años) de cerrar los espacios del perfil que recibe, un estudiante que aprobó exámenes teóricos de materias muchas veces irrelevantes, y lo que necesita: un colaborador con resiliencia que entregue resultados tangibles en el cumplimiento de objetivos reales.

Derechos Reservados, Ing. Gerardo Herrero Morales, 2016.


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